Hemos hablado en este blog, en algunas ocasiones, que existen diferentes niveles de aproximación a la excelencia.
Este camino se emprende por diferentes causas. Quiero pensar que el más habitual es el que llevan a cabo empresas, después de haber estudiado profundamente la necesidad de la automatización. Pero hay otras causas con las que nos encontramos, que tienen que ver con:
Otras compañías se decantan por la senda de la normalización intensiva, de todo lo que hay en la empresa, desde una vertiente no tecnológica, sino procedimental.
En este camino, también podemos encontrar las compañías que analizan y trabajan sus procesos de manera decidida, interiorizando que es una de las formas más atractivas de ir hacia la excelencia. Pero también hay quien lo hace porque:
¿Y la gente dónde está? Pues “perdidos”, en muchas ocasiones, entre el hierro y el papel. Intentando que se ponga en marcha la máquina, leyendo instrucciones barrocas, en tamaños de letra diminutos, o registrando datos inútiles, para aumentar el no-valor añadido de la empresa.
Muchas veces, desperdiciamos el talento de las personas, el del humanware, que observa como se convierten en seres transparentes o invisibles, que a nadie interesan y que son tachados de recursos problemáticos, sin comerlo ni beberlo. Y haberlos, haylos, pero la inmensa mayoría son profesionales deseosos de poder aportar algo más, y tener un lugar en el universo de las máquinas y los documentos.