La semana pasada nos abandonó Steve Jobs, uno de los genios de nuestra época e impulsor de conceptos, algunos revolucionarios y otros, que se podrían considerar adaptaciones de cosas existentes, que facilitaban o acercaban un nuevo mundo de posibilidades al usuario.
Tengo que admitir que no soy un fan de Apple, apenas empiezo a utilizar algún dispositivo de la marca, pero sus propuestas han servido para romper muchos paradigmas en la industria del consumo y ha obligado a la competencia a hacer nuevos esfuerzos para seguir la estela que marcaba Jobs.
Esta misma creatividad es la que necesitamos a todos los niveles de la empresa, tanto para la creación de nuevos productos o servicios, nuevas aplicaciones o formatos de los mismos, hasta la mejora y/o reformulación de los procesos que realizamos.
La presión de los mercados y de la competencia hace que la velocidad en los cambios (innovaciones y mejoras) que realizábamos sea actualmente insuficiente requiriendo un mayor esfuerzo en todo el proceso asociado a la creatividad, desde que se promueve la creatividad, alguien tiene alguna idea para aportar, se canaliza y gestiona, se valora y, en caso afirmativo, se pone en marcha y se estandariza.
Como es evidente, todos podemos y debemos aportar nuestro granito de creatividad y, cuando sea el caso, facilitar la gestión de esa creatividad con la gente que tengamos bajo nuestra responsabilidad.
Algunos ejemplos:
Todos, y todas las empresas y organizaciones, necesitamos (y disponemos en mayor o menor medida) de esa creatividad y tenemos referentes que nos demuestran que esa creatividad va más allá de las barreras que nos hemos autoimpuesto.
Descanse en paz, Steve Jobs.