Mi socia, Mai Lombao, me ha pasado una foto que realizó en la puerta de un comercio próximo a nuestra oficina, y que es la que ilustra la presente entrada. Se trata de un “one-point-lesson” casero, aderezado con cierta gestión visual, que avisa de lo que hay que hacer para abrir la puerta del citado comercio. En ningún caso, tiene relevancia para este post, la estética del rótulo, ni el tipo de comercio, sino que me voy a centrar en el contenido del texto, para reflexionar sobre el texto que se aprecia en la foto:
Lo que acontece en ese mensaje es que se produce una redundancia en el significado, porque la acción de empujar en una puerta, siempre es hacia adentro. No puede darse el caso de “empujar hacia afuera”, ya que esa acción sería la de “tirar” o “jalar”, como dicen en algunos países hispano parlantes, de Latinoamérica.
En lenguaje literario, a ese tipo de redundancias, las denominaríamos “pleonasmo”, que como indica el Diccionario de la RAE, significa: “Demasía o redundancia viciosa de palabras”. Veamos algunos ejemplos: subir arriba; bajar abajo; aplaudir con las manos; descargar la carga; regalo gratis; repetir de nuevo; supuesto hipotético; testigo presencial; y como estos ejemplos, un largo etcétera.
Llegado a este punto, reflexionemos sobre lo que representa una redundancia en el mundo empresarial. Podríamos convenir que es la representación del no-valor añadido, del despilfarro, o en nuestra palabra favorita, del muda. Todo aquello que no aporta ningún valor a nuestros clientes, ni por supuesto, a nosotros mismos.
Veamos algunos ejemplos concretos de pleonasmos o redundancias organizativas, que encontramos en el mundo de la empresa y a los que, en general: conocemos muy bien, estamos muy acostumbrados, y que hace que en muchos casos, se vivan auténticos mundos paralelos dentro de las compañías.
Y así, podríamos seguir durante un buen rato y hacer una lista (casi) interminable. Os propongo que penséis en todas aquellas redundancias, en aquellas duplicidades que suponen una auténtica fuente de despilfarro en vuestras organizaciones. Con toda seguridad, si sois capaces de reducirla, os empezará a aparecer tiempo con el que no contabais y con el que ya no hará falta decir aquella frase tan paradigmática del “es que no tengo tiempo”.
Ánimo y a gestionar las redundancias existentes en vuestra tareas, procesos y negocios de manera rápida y decidida. Os hará bien.