Hoy me vais a permitir que haga un post con tintes futbolísticos, que de vez en cuando me toca. No he podido hacerlo antes, puesto que la esperada noticia de la salida del que denominan en Inglaterra, “the-special-one”, se produjo el lunes pasado, por la tarde, justo el mismo día en el que publico mis entradas.
Ya sabéis de mi afición por el fútbol y de mis colores, manifestados en más de una ocasión en este blog. A pesar de ello, voy a intentar ser lo más ecuánime posible, para que nadie pueda tacharme de fanatismo.
Hace un tiempo, cuando el entrenador de mi equipo decidió abandonar la disciplina del club, le dediqué un post (¿Guardiolismo?) en el que cantaba las alabanzas de su método, diseccionado en ocho principios de actuación. Pienso que algunas de las lecciones que dejó sentadas, son útiles para cualquier directivo que tenga una organización a su mando.No hace tanto, escribí otra entrada (¿Por qué necesitamos intensidad?) en la que comentaba la forma de trabajar de otro entrenador de fútbol, que como el anterior, también fue jugador de élite.
No quiero ser maniqueo y caer en aquello del bien y del mal. Hay más grises de lo que parece en todas las actividades que realizamos en nuestras vidas. Pero el caso del “special-one” merece un capítulo aparte, porque se ha distinguido por hacer cosas que un verdadero líder no debería hacer nunca.Ni ser simplista con el argumento de que “el-fútbol-es-así” y ya está… Mis comentarios y argumentos serían exactamente los mismos, si “the-special-one” hubiera ganado todos los títulos en liza, cosa que obviamente no ha hecho.
Pues bien, si uno no tiene la experiencia que pretende tener; si uno se dedica a maltratar y disgregar al grupo y al equipo; si uno “levita” pensando que es más de lo que es; si uno padece ciertos trastornos que le hacen ver cosas extrañas; y además se empeña en utilizar el autoritarismo verbal y físico con todo el mundo, lo que le ocurre es que se queda solo como la una, tan solo como se le ve en la foto que ilustra esta entrada.
Reflexionemos sobre este personaje e intentemos no copiar todo aquello que un verdadero líder nunca debiera hacer, en cualquier tipo de empresa u organización.
El auténtico valor de un líder no se mide desde su egocentrismo, sino desde la capacidad de influir de una manera serena y sana sobre el equipo. En el mismo club que abandona este personaje, no hace mucho tiempo, hubo otro entrenador, que ahora es seleccionador nacional, que le podría dar muchas lecciones…