El entorno en el que vivimos hace unos años y que ha desembocado en la crisis que estamos padeciendo, está marcado por lo que se ha convenido en llamar, “financiarización” de la economía, que consiste, a grandes rasgos, en que “todo” es traspasable a dinero, “todo” es monetizable.
Las empresas y sus profesionales no se han podido abstraer de ese fenómeno y por tanto esa financiarización de la empresa, también se ha producido. Es lógico pensar que la empresa, como emblema del sistema económico actual, piense en obtener el máximo de beneficio y rentabilidad, por lo que cualquier actividad que suponga un dispendio, debe ser observada con lupa y conocer el rendimiento obtenido. Hasta aquí, estamos de acuerdo.
Uno de los asuntos que más polémicas suscita en los proyectos (micro o macro) que llevamos a cabo, es el del cálculo del retorno del gasto / inversión que la compañía realiza. Y en este punto si que podemos entrar en “crisis”, porque la manera de obtener ese resultado, en bastantes ocasiones, deja mucho que desear. Veamos el porqué:
Para concluir, en lo que atañe a nuestros procesos de Mejora Continua, el consejo más adecuado es que los hagan de cualquier manera, porque los resultados llegarán, más pronto que tarde. Y si alguno de sus colegas, o la propia empresa, sufre de un “ataque de financiarizacionitis“, hágales ver que ese no es el camino.
No vale decir, “esto no lo hago, porque no tengo payback“. Hay que decir, “vamos a hacerlo y vamos a conseguir un retorno adecuado de la actividad que vamos a desempeñar”. No sometamos cualquier gasto o inversión absolutamente rentable, según se ha demostrado en muchísimas empresas, al “yugo financiero” que atenaza a los planes de acción que quedan parados en agua de nadie. Retornos hay muchos, pero no todos son económicos.