El tema que abordo esta semana puede promover algún que otro debate. De hecho, cada vez que oigo definir los tres sustantivos que titulan este post, en cualquier empresa, me es difícil encontrar, por un lado, definiciones semejantes y, por otro, denotar que lo que en una compañía es productividad, en la otra es eficiencia, y viceversa.
Si lo traspasamos al mundo empresarial, la eficacia es una valor que se le supone a la empresa. Si nos dedicamos a fabricar o comercializar algún producto o servicio, entendemos que seremos capaces de hacerlo (extremo que a veces no resulta tan obvio). Si no llegamos ni a la eficacia, tenemos un grave problema.
Otras empresas, se marcan retos; aunque sean a título interno (“tenemos que reducir los tiempos operativos un 5%”, “tenemos que mejorar el OEE en 2 puntos”, p.ej.) y eso les hace ser más competitivas. Se entrenan y actúan para conseguirlo. Esas empresas estarán más preparadas para la competición en el mercado.
Para finalizar, las empresas que analizan y trabajan constantemente su productividad, para revertirla en el necesario valor añadido (los beneficios), imprescindible para sobrevivir, y la alinean con el concepto de conseguir también la máxima eficiencia, son las que podemos denominar las campeonas del mundo empresarial. Las compañías World Class.